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Movilidad compartida

  • Javier López Casarín
  • 31 ago 2019
  • 3 Min. de lectura


Hace casi una década, la Ciudad de México era muy distinta. Tenía calles hostiles para los ciclistas y avenidas imposibles de transitar en otra cosa que no fuera un auto o camión. Se instalaron 85 estaciones con 1,114 bicicletas para comenzar un cambio que al día de hoy continúa en desarrollo.


Lo que Ecobici comenzó en 2010 fue una manera distinta de pensar el transporte en la ciudad. Siendo una de las más caóticas, con el peor tráfico del mundo y altos índices de contaminación, la movilidad compartida y alternativa no era un sueño, sino una necesidad. Conocida internacionalmente como shared mobility, se trata del uso compartido de medios de transporte, ya sean automóviles, bicicleta, scooters y motocicletas, así como los servicios de movilidad compartida, como Uber o Cabify.


La movilidad compartida ha crecido exponencialmente en los últimos años, sólo en Asia creció 400 % entre 2014 y 2016, y se estima que año con año crecerá 30 % a nivel mundial. México es un mercado en expansión porque sin importar el número de empresas que lleguen, la demanda siempre crece. Ecobici ya no es el único sistema de transporte individual, Mobike y V-bike llevan más de un año compitiendo en las calles –incluso Uber acaba de introducir Jump, su propia marca de bicicletas eléctricas, para no quedarse fuera del mercado–, y como en todas las grandes urbes, los scooters se han convertido en uno de los medios de transporte favoritos para los microviajes.




Por su parte, los vehículos de cuatro ruedas también viven la revolución de la movilidad compartida. Antes, hacer carpool sólo era una opción cuando se trataba de amigos o compañeros de oficina, pero hoy, apps como Waze y Uber pueden conectar a personas que viajan al mismo destino –o por lo menos que se encuentran cerca y se dirigen a la misma zona.


Aunque es evidente el enorme avance en muy pocos años, en México el concepto de shared mobility es sólo para un sector de la población. Por un lado, los precios son muy elevados para el uso cotidiano y la logística de algunos servicios aún no es muy clara; y por el otro, los servicios gratuitos, como Ecobici, sólo están disponibles en zonas específicas y de medio alto nivel socioeconómico.


México es un lugar perfecto para crecer junto a la movilidad compartida. Los beneficios que puede traer significan un ganar-ganar por distintas razones para las ciudades como para las empresas. Se trata de la fusión de lo viejo con lo nuevo. La Ciudad de México se fundó sobre lo que fue Tenochtitlán y ha crecido sin una planificación urbana real. Durante siglos la expansión ha sido improvisada y hoy contiene a 20 millones de personas si contamos el área metropolitana.


Si bien es casi imposible rediseñar la ciudad, se pueden crear regulaciones y abrir opciones para generar una logística en pro de la movilidad. Actualmente algunas de las avenidas más concurridas tienen un sentido por las mañanas y otro por las noches. Con los datos obtenidos por los sistemas de movilidad compartida se pueden trazar rutas específicas para cada medio, además de que se puede predecir el comportamiento de la gente al momento de moverse por la ciudad, es decir, su trayectoria, horarios pico e incluso servicios utilizados, por lo que se pueden anteceder embotellamientos y generar rutas específicas.




Aunado a esto, México está listo para la creación de centros de movilidad, un espacio en donde puedas encontrar todos los medios de transporte compartidos a unos pasos de distancia –bicicletas, scooters, autos compartidos… cerca de una estación de camión y del metro– cambiará la ciudad para siempre. Esto disminuirá tiempos de traslado entre un servicio y otro –para las personas que utilizan dos o más servicios en un trayecto– y centralizará los dispositivos, para evitar que se puedan dejar en cualquier lugar y generar desorden.


Esto es sólo el comienzo. En el futuro a largo plazo las cosas pueden cambiar radicalmente. Con el avance de la tecnología, no sólo podremos usar los datos para planificar la ubicación de centros de movilidad. Los automóviles autónomos no son tan lejanos y su introducción, basada en el concepto de movilidad compartida, en las ciudades grandes y pequeñas generará que la necesidad de usar automóviles personales pueda desaparecer, reduciendo el tráfico y por supuesto, la contaminación. Con un mejor y más seguro sistema de transporte, niños, adultos y adultos mayores podrán transportarse sin necesidad de alguien más, lo que implica menos automóviles y estacionamientos en la ciudad y más espacio para obras públicas como parques u hospitales.


La movilidad compartida no es una utopía, es una realidad que está ocurriendo y en unos años será una herramienta cotidiana, sin embargo, la cooperación del sector público con el privado es esencial para generar un cambio considerable. En ciudades donde el tránsito, la inseguridad y la contaminación son un problema común, esta es una de las soluciones más realistas y México está en el camino correcto para lograrlo.

 
 
 

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